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La misión evangelizadora de la familia

En momentos en que muchas familias están en crisis o se ven amenazada por su desintegración, los cristianos debemos redescubrir la responsabilidad que Dios asignó a este grupo humano para su feliz funcionamiento.
Esta responsabilidad, que consiste en formar en cada miembro de la familia un cristiano genuino, no es otra cosa que la misión evangelizadora de la familia. El propósito de este tema es precisamente reflexionar sobre el significado y las implicaciones de este ministerio familiar.
Desde el A.T., vemos que el propósito de Dios era que la familia fuera el principal campo evangelizador para sus integrantes. El mandamiento expresado es: Estas palabras que yo te doy estarán sobre tu corazón y las repetirás a tus hijos... (Deut. 6: 6, 7).
No es sólo un mandato de enseñar una serie de normas a nuestros hijos. Es eso, pero mucho más. Si la ley de Dios estuviere en el corazón de los progenitores, como señal el v, 6, entonces la transmisión será de corazón a corazón.
Esta idea de pasar algo de corazón a corazón no sugiere que se trata de la transmisión de bienes espirituales a los hijos, lo cual es mucho más que la repetición verbal de un precepto. El hecho de pertenecer a una familia cristiana no es garantía absoluta de que sus miembros serán definitivamente cristianos.
Al llegar a los 18 años cada hijo será libre para renovar su compromiso con Cristo de un modo más significativo o para elegir el camino que considere mejor. Pero, también es cierto que el pertenecer a la familia cristiana automáticamente nos coloca en una posición especial en el camino de la fe.
La presencia de los padres cristianos en la familia confiere el carácter de santos a los hijos. Esto no significa que ellos estén exentos de un compromiso personal con Cristo. Lo que aquí se enfatiza es que un hogar cristiano cumple un ministerio impactante sobre sus hijos (Zukoswski, 1983).
Al respecto se ha dicho en el Congreso Mundial de Evangelización: "Hay una gran diferencia entre un hogar cristiano y uno que no lo es; entre los hijos de los creyentes y los hijos de los incrédulos"(Douglas, 1975: 727). Es innegable que los hijos de hogares ya están en cierta manera iniciados en el camino de Jesucristo. Sus decisiones posteriores los reafirmarán o los alejarán.
Frente al fuerte desafío que se ha puesto en una evangelización personalista es necesario reforzar el concepto de evangelización en familia. Esto no significa despersonalizar el encuentro con Cristo. Por el contrario, reconocemos que el compromiso personal con Cristo es esencial para cada creyente. Sin embargo, también reconocemos que si Dios nos creó y nos colocó en un ambiente familiar para vivir, también quiere redimirnos juntamente con toda nuestra familia (Zukowski, Op. Cit,).
La carta de Hechos de los apóstoles corrobora este desafío familiar de la evangelización al decir: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa[tu familia] (16: 31, Biblia, 1960: 930 –931).
Creemos que el campo más propicio para fomentar el compromiso personal es precisamente la evangelización de la familia en plenitud (Op. Cit, 1983). Entre los elementos que dispone un hogar cristiano para cumplir su ministerio evangelizador podemos considerar:

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